La chinita que se perdió en otras dimensiones

Chin Lun se sentó a meditar.

            Su maestro decía, que para meditar, había que dejar la mente en blanco, relajar el cuerpo y sobre todo respirar pausada y profundamente, concentrándose en el aire que entraba y salía de sus pulmones. De ese modo, centrando la atención en el sencillo mecanismo de inspirar y espirar, su mente no vagaría por pasados o futuros que la impidiesen permanecer, únicamente, en el aquí y el ahora.

            Ella lo intentaba.

  • De verdad que lo intento – Se excusaba Chin Lun en voz alta.
  • No lo suficiente – Aseguraba el maestro. – Otra vez.

            Y Chin Lun cerraba los ojos, comenzaba a respirar relajando el cuerpo e intentaba que su mente no pensara en nada.

  • Nada, no puedo dejar la mente en blanco, – pensaba – siempre se cuelan cosas. Es imposible, caramba, porque vamos a ver, cuando guío mi mente hacia la respiración, estoy pensando que debo guiar mi mente hacia la respiración, así que estoy pensando, lo que me lleva de nuevo a que no puedo vaciar mi mente de pensamientos. ¡Brrrrrrr! Esto es absurdo, no tiene sentido, ¡Porras!
  • Otra vez – Tronaba la voz del maestro – Y no te desesperes.
  • ¿Pero como lo hace? – Se preguntaba Chin Lun – Si no he hablado, ni siquiera he abierto los ojos. Que fastidio, siempre me pilla.
  • ¡Chin Luuuuun!
  • Ya va, ya va – pensó – Que aburrido es esto. – Y acomodándose lo intentó de nuevo

            Y así, día tras día, Chin Lun se sentó a meditar.

            Hasta que un buen día, decidió probar algo diferente y aunque sabía que lo de vaciar la mente iba a ser imposible, pensó que debía aceptar el hecho como algo inevitable y buscó una nueva forma de enfrentase al reto que fuese divertida y creativa.

            Cerró los ojos de nuevo, respiró profundamente tres veces, para darse ánimos y acompasó el ritmo a una cadencia pausada, sintiendo como el aire llenaba a sus pulmones y volvía a salir. Imaginó el aire que entraba y salía, de colores. Azul para el que entraba, rojo para el que salía. Vio como el azul se introducía en los pulmones extendiéndose, a través de la sangre, por todo el cuerpo. Sintió el frescor del azul y la alegría de las células al oxigenarse, vio como se llenaban del maravilloso color azul y devolvían el aire vestido de chispeante rojo y vio también como este corría veloz pugnando por exteriorizar sus galas fuera del cuerpo.

            Por primera vez, visualizando el ejercicio y cambiando los pensamientos por imágenes, creyó acercarse un poco mas a como debía ser el asunto, no estaba muy segura de si eso era trampa o no, aunque parecía funcionar, por un ratito, había visto pero no pensado y además su maestro no la había reñido. ¡Caray, así si que era divertido meditar!

            Volvió a concentrarse.

            En un rincón, el maestro sonreía para sus adentros.

            El pecho subía y bajaba armoniosamente. La quietud reinaba en la estancia. Chin Lun se encontraba relajada, serena, en paz. Su lucha diaria había desaparecido y el olvido de la misma había dado paso al encuentro con el equilibrio de su propia identidad.

            De repente un ángel azul, como el aire que respiraba, la saludo.

  • ¡Hola Chin Lun!
  • Pero, ¿de donde había salido aquello? – Se preguntó Chin Lun dando un respingo, o eso creyó ella, porque mirando a su alrededor nada era lo que parecía.
  • Para empezar, ¿donde demonios estaba? En la sala de meditación desde luego que no. ¡Que raro todo!
  • ¿Quien eres tú? – Se atrevió a preguntar.
  • Soy un Ángel.
  • ¡Ahhh! – Exclamó
  • Bueno, mejor no me distraigas que estoy meditando y por una vez que consigo estar en el aquí y el ahora, no es cuestión de que vengas tú a desconcentrarme. – Afirmó con contundencia.
  • Perdona, no era mi intención molestarte – Dijo el Ángel.
  • Lo siento, no es que me molestes, bueno si, un poco, en fin, no quiero ser descortés contigo, pero es que me cuesta mucho trabajo no distraerme.
  • Claro, lo entiendo Afirmó el Ángel. – Lástima, pensaba pedirte que me acompañaras a un viaje.
  • ¿A un viaje? ¿Como a un viaje? ¿Que clase de viaje? ¡Pero si no te conozco! Además, mi mamá siempre me dice que no hable con desconocidos y mucho menos que me vaya con ellos. Tienes que entenderlo, es por mi seguridad, eso dice ella y bien mirado, tiene sentido. Aunque tengo que reconocer que hay algo en ti que me gusta.
  • ¿Algo como que?
  • Pues no se, no te sabría decir, algo como familiar, no se, como si te conociera de toda la vida. ¿Pero eso no puede ser, verdad? No te había visto en mi vida, por cierto, menudo susto me has dado apareciendo así, de repente. Reconoce conmigo, que todo esto es raro, raro, como para desconfiar.
  • – Rió el Ángel – Tienes razón y perdona por presentarme de repente.
  • Disculpas aceptadas.
  • Verás, es natural que te sea familiar, soy un Ángel y nosotros, aunque no nos veáis, siempre os acompañamos y aunque no seáis conscientes de ello, podéis sentirnos. Es así de sencillo. –
  • ¡Ah bueno, siendo así! Aunque, entre nosotros, sencillo, sencillo, lo que se dice sencillo, pues no es, la verdad. Tal vez para ti si resulte, pero para mi, ya te digo yo que no y no se los demás, nunca nadie me ha comentado algo así, claro que, si lo hubiesen hecho, habría pensado que estaban chiflados.
  • ¡Hay que ver lo que hablas, muchacha!
  • Es verdad, lo siento, siempre me riñen por eso. Es que tengo necesidad de comunicar lo que pasa por mi cabeza. Una vez tengo confianza, ¡ala! Sale todo en cascada, no puedo evitarlo y lo intento, ya lo creo que lo intento, pero nada, oye, no hay manera. A lo mejor por eso me cuesta tanto meditar.
  • Jajaja, es posible. Bueno, entonces que ¿te vienes?
  • Me gustaría mucho. – Confirmó con un suspiro. – Venga, vamos, pero me va a caer una buena bronca del maestro y cuando se lo cuente a mis padres, me van a tener castigada por lo menos un mes.
  • No te preocupes tanto, mujer, te aseguro que lo estás haciendo muy bien. Aunque no lo creas, es el estado de concentración, relajación y paz interior, lo que te permite verme. – Le aseguró el Ángel. – Mira hacia abajo.

             De repente dirigió la mirada hacia el suelo y como por arte de magia, este se volvió transparente y pudo verse sentada en la sala de meditación, en la posición del loto y a su maestro en un rincón, sonriendo satisfecho. Miró al Ángel desconcertada, sin comprender nada y pensando que aquello cada vez era mas raro, ¿como podía estar allí abajo si estaba allí arriba?

              El Ángel soltó una sonora carcajada. – Se llama viaje astral, se produce cuando tu alma sale del cuerpo unida por un cordón, llamado de plata, que la permite volver de nuevo, sin problemas. Es algo así como una cometa, tu suelta el hilo para que vuele y luego lo recoges para que regrese. Solo cuando el cordón de plata se rompe, nos morimos. – Y extendiendo su mano, preguntó. – ¿Nos vamos?

              Volaron hacia el espacio en dirección a la luna, que era una señora con unos ojos muy grandes que los observaba con atención. La tierra quedaba a lo lejos, redonda y azul. Alrededor, millones de luces alumbraban el camino.

  • Buenas noches, señora Luna. – Saludó el Ángel.
  • Buenas noches, señor Ángel. – Contestó la Luna cortésmente. – ¿Quién te acompaña?
  • Chin Lun.
  • Buenas noches, Chin Lun.
  • Buenas noches, señora Luna.
  • ¿Y a donde os dirigís? – Quiso saber la Luna
  • Pues no se, el Ángel me lleva de viaje, pero no se a donde.
  • A muchos sitios – manifestó el Ángel atusándose las plumas. – Pero si no nos damos prisa no tendremos tiempo de nada, hay mucho que ver. Hoy no podemos quedarnos mas, una pena, pero vendremos otro día. – El Ángel miró a Chin lun y dijo, – ¡A que si!

            Y Chin Lun miró al Ángel con la boca abierta, sin saber que contestar, así que afirmó con la cabeza, sin estar muy segura de ello.

  • Cierra la boca que si te entra polvo de estrella tendrás indigestión. – Le susurro el Ángel al oído. Y Chin Lun la cerró sorprendida.
  • Bueno, pues nada, que os divirtáis mucho. – Les deseó la Luna
  • Si gracias, muy amable señora. Adiós. – Y levantó la mano tímidamente.
  • Que niña tan educada, me gusta, si, me gusta mucho. – Pensó la luna y luego añadió en voz alta – Adiós, espero que vengáis otro día con mas tiempo a charlar un ratito, está una tan sola aquí. – Y dando un profundo suspiro soltó sus hermosos cabellos que flotaron con coquetería en la noche.
  • Eso haremos, adiós, – y tomando de nuevo la pequeña mano de Chin Lun, salió volando con ella, mientras que la luna murmuraba desconsolada, lo poco que había durado la visita.
  • ¡Una pena, una verdadera pena!

            A medida que se desplazaban por la negrura del universo, múltiples personajes se acercaban a ellos con curiosidad. Chin lun estaba confundida, se percató de que el universo era negro, pero no había oscuridad. Podía ver perfectamente a aquellos seres increíbles que volaban junto a ellos, como si estos fuesen fosforescentes sin serlo, alumbrando a su alrededor, pero sin luz.

            Era imposible describirlo, era, como diría, una sensación mas que una realidad. Pero era real, lo estaba viviendo de verdad. Todo, todo, era un completo disparate. Y es que, en definitiva, que podía esperar de viajar sin cuerpo, pero con el, ¿acaso no podía verse las manos, los pies, los brazos, las piernas, en fin, el cuerpo entero? Y ¿como era eso posible si su verdadero cuerpo estaba en la sala de meditación en la posición del loto?

  • ¡Ya se, ya se lo que dijo el Ángel del cordón de plata y todo eso! – se dijo la muchacha – Cordón, por cierto, que no veo por ningún lado.- Y esa era otra, lo de volar por el espacio con un Ángel azul, visitando lunas que hablan y tienen largos cabellos al aire y seres con formas y colores que solo podían existir el los cuentos, o en los sueños.
  • ¡Ya está, me he quedado dormida meditando y esto es un sueño! – Pensó, y casi se sintió aliviada
  • No es un sueño – le dijo el Ángel – Puede parecerlo, pero no lo es.
  • ¡Caramba, eres como mi maestro, siempre sabe lo que estoy pensando!
  • Bueno, para eso soy tu Ángel de la guarda ¿no?
  • Mi maestro no lo es y hace lo mismo, siempre me pilla.
  • Ya veras, llegará un día que hablaremos sin abrir la boca, por telepatía.
  • ¿Tele que?
  • Telepatía, ya verás, es muy divertido, se hace leyendo los pensamientos.
  • ¡Si claro! ¡Venga ya!
  • ¡Que si, ya lo verás!
  • Si tu lo dices….
  • Trabajaremos en ello mas adelante, es muy pronto todavía, acabas de conocerme.

            Lo cierto es que claro, claro, no tenía nada. Así que decidió que no merecía la pena gastar energía en intentar entender el asunto y que lo mejor que podía hacer era divertirse y disfrutar de la experiencia. Dejó de comerse el coco y se dejó llevar.

  • Es una sabia decisión. – Afirmó el Ángel complacido
  • Lo primero que vamos ha hacer es viajar a aquel pequeño planeta que está allí. ¿Lo ves?
  • ¡Que pequeño es!
  • Bien, a veces lo mejor esta en las cosas pequeñas.
  • Eso dice mi madre, que el buen perfume, en frasco pequeño. Pero no se yo, a mi me encantan los elefantes y son bien grandes.
  • Jajaja, tienes razón.

            Cuando llegaron al planeta se sentaron en una enorme piedra con forma de banco, muy cómoda para ser piedra. Aquel planeta no era como la luna, pensó Chin Lun, se parecía mas a la tierra. Desde su asiento contemplaron un precioso valle lleno de extrañas flores con colores que nunca había visto. Era precioso. Se respiraba mucha paz y el aire era fragante como si hubiesen esparcido colonia por todas partes. No era capaz de reconocer el aroma, le era íntimamente familiar, pero estaba segura de no haberlo olido nunca.

  • Eso es porque, aunque no lo recuerdes, ya habías estado aquí.
  • ¿De verdad? ¿Cuándo?
  • Antes de nacer en la tierra.
  • ¡Caray! ¿Como es posible?
  • Es complicado, prefiero explicártelo en otro momento, cuando estés preparada.
  • ¿Preparada para que?
  • Para entenderlo.
  • ¡Ahhhh!
  • Bueno Chin Lun, es hora de volver. ¿Quieres preguntarme alguna cosa antes?

            Se quedó un momento pensando en los seres fantásticos que los habían acompañado hasta allí. Animales increíbles con cabeza de persona, cuerpos de personas con cabeza de animal, cabezas sin cuerpo, o con cuerpos invisibles para ella, bichos con muchos ojos y que por un lado eran una cosa y por el otro, otra. Así que preguntó.

  • ¿Quienes son? – Como sabía que el Ángel leía sus pensamientos, no dijo mas.
  • Son seres de otros planetas que han tenido la gentileza de visitarte, recuerda darles las gracias antes de partir
  • ¡Vale!
  • Algunos vienen de otras dimensiones, de planos paralelos que siempre están ahí, aunque no puedas verlos y que te acompañan para ayudarte cuando lo necesitas, como yo.
  • ¿Y porque no puedo verlos normalmente y ahora sí?
  • Porque estás meditando, eso expande tu conciencia y te permite percibir cosas que en estado normal no puedes ver.
  • ¡Pero si no estoy meditando!
  • Si, si estás. Ya te dije que lo estabas haciendo muy bien, sino no estarías aquí. – Afirmó el Ángel y añadió. – Tenemos que irnos pequeña, venga, despídete de tus nuevos amigos.
  • ¡Adiós a todos, volveré! Muchas gracias por todo – Miro al Ángel y preguntó – ¿Volveré verdad?
  • ¡Claro que si!
  • ¡Adiós! – Cantaron sus nuevos amigos dulcemente – ¡Hasta pronto, se feliz!
  • ¡También vosotros! Y sintió un gran amor que llegaba en ondas de energía que la envolvían por completo. Nunca se había sentido tan dichosa.

             En aquel viaje la chinita Chin Lun vio cosas increíbles. No fue el único viaje que hizo con el Ángel, hubo muchos, muchos mas. Aprendió lecciones valiosísimas de los que llegaron a ser sus mejores amigos, lecciones que luego utilizó para ayudar a los demás. Pero esa es otra historia. En esta, el Ángel condujo de nuevo su cuerpo astral hasta su cuerpo físico. Le recomendó que guardase su aventura como un secreto entre los dos porque, probablemente, nadie la creería. Desde entonces y el resto de sus días, Chin Lun meditó sin dificultad y cada vez que lo hizo, se perdió en otras dimensiones. Nunca se sintió sola, fue feliz y trasmitió su alegría a todos aquellos que la rodeaban.

              Algo que empezó siendo tan fastidioso y le costó tanto esfuerzo dominar, acabó siendo su mejor aliado. Meditar le permitió ampliar horizontes, comprender y aceptar la vida tal y como es.  Enseñó a otros, como hizo su maestro con ella. Tuvo una maravillosa relación con él. Como es natural le contó su experiencia, como ocultarla si de todos modos la pillaría. Y si, llegó un momento en que se comunicó telepáticamente con él lo mismo que con el Ángel y todos sus amigos multidimensionales.

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